Cuando un creador se
enfrenta al reto de una nueva creación, siempre esta el miedo al lienzo en
blanco, esa sensación de vacío a la hora de afrontar algo nuevo por hacer.
Ni siquiera cuando uno
sabe que es capaz de hacerlo, puede evitar el dudar, el tener un cosquilleo
interno, que el miedo revolotee ante el “volver a empezar”. Sensaciones
humanas, sensaciones, que empiezo a dudar si tendrá Marc Márquez.
Visto desde fuera, no lo
parece, casi nunca ni en los peores momentos y en esta pretemporada seguro que
ha tenido unos cuantos, deja entrever algo de nervios. Para eso ya esta su
padre, casi ya el padre de todos, Juliá Márquez. Otro al que seguro que también
le cuesta definir lo que hace su hijo sobre una moto.
Después de tener el
corazón en un puño de todo el entorno motero, con las noticias sobre su lesión
ocular, quiso probarse en secreto, secreto a voces entorno al hombre que ha
dejado sin palabras a los que tienen que hablar de él.
Ese es el reto, llenar el
lienzo en blanco para hablar de Márquez y no ser reiterativo. Cuesta encontrar
un adjetivo que no se haya utilizado ya, una metáfora, una comparación, cuesta
innovar, algo que sin embargo al pequeño genio no le cuesta. Lo hace en cada
carrera para dar una nueva master class.
La de este fin de semana
en Losail, ha sido una puesta en práctica del dicho español: “Llegar y besar el
santo”. Más o menos sería así resumido.
No lo tuvo fácil, ni lo
tendrá durante el año, a su alrededor hay una concentración de talento, casi
tan grande como la de sal en el Mar Muerto. Algo que también hace más especial
las cosas que Márquez hace, escribir grandes gestas sobre una moto teniendo
grandes rivales a los que este campeón en pequeño, hace más pequeños todavía.
Hoy Luthi, Ianonne, Rabat
y Espargaró, que ha recuperado el feeling y la sonrisa, fueron sus caballos de
batalla, los que le obligaron a volver a ser el “maestro de las grandes tardes”
para demostrar que lo tiene claro y ha vuelto para ganar y esta vez ser el
campeón y dejar las etiquetas del “título moral” de la temporada pasada.
A todos ellos hay que
darle las gracias, por convertir la Jungla de moto 2, en el epicentro de la emoción de los
aficionados moteros. Motos de serie, a los mandos de unos fuera de serie, que
convierten cada cita mundialista, en un nuevo espectáculo.
Pilotos a tumba abierta,
raspan milésima a milésima, curva a curva por buscar la mejor posición en una
lucha, donde no sólo hay dos o tres opciones para ganar.
Entre todos ellos un genio
creador, rodeado de excelentes artistas del pilotaje. Ese que yo dudaba si era
humano, que a mi juicio desquicia a sus rivales, como ha hecho con Luthi este
fin de semana.
El suizo se hizo un recto
bajo la presión del 93 y el catalán hizo lo correcto, tras ver el vídeo al
disculparse si por algo su rival se podía sentir molestó.
Aunque a veces no parezca
humano, como errar humano es, por si acaso lo había hecho, decidió disculparse.
No ha pedido perdón por
ganar, no sabe hacer otra cosa, lo lleva dentro, en esa cabeza privilegiada, su
perfecto cuadro de mandos, donde ya ha registrado los números de los que
estarán para darle guerra.
Mientras escribo, le
escucho hablar en la COPE , con una sensación de sencillez y tranquilidad.
Reconociendo que no esperaba ganar, raro que el no esperará lo que todo el
mundo esperaba…
No hay comentarios:
Publicar un comentario