domingo, 9 de octubre de 2011

MVP: También la lluvia

Mientras Sebastián Vettel inscribía su nombre en la historia de la Fórmula 1 al convertirse en el bicampeón más joven, a mi cabeza ha venido una pregunta, pero no la pregunta que todo el mundo puede estar imaginando.

Nada de pensar: Dónde esta el techo de Vettel? Si será mejor que Schumacher?, Cuál será su puesto en el olimpo de los grandes de este deporte? Mi pensamiento giraba entorno a la importancia de Adrian Newey, padre creador del Red Bull bicampeón.

Palabras que escuchaba a Pepe Domingo Castaño durante una retransmisión de la cadena COPE, preguntar los motivos por lo que Newey no era tentado por Ferrari para trasladar su saber hacer a la escudería del caballino. La respuesta, no recuerdo quien ni si fue textual, no quiere dejar Inglaterra, le gusta la lluvia.

La lluvia y los retos personales, eso lo añado yo, después de repasar su trayectoria profesional y ver como Newey como todos los grandes, ha tenido que ser primero profeta fuera de su tierra para triunfar y ser reconocido. Tras su paso por la Fórmula Indy Norteamérica, ha ido tocando trazando un futuro brillante con escuadra y cartabón, convirtiendo coches competentes en coches competitivos. En los 90 puso en las manos de Mansel, Prost, Hill y Villenueve un Williams ganador, volviendo a hacerlo con el Mc Laren que guiaba el frío Hakkinen.

Logros que le encumbraban a los que sucedió una época menos brillante, hasta que en su camino se cruzo Red Bull. Y a él se le encendía el semáforo verde de su regreso al olimpo. Convertir un coche resultón en el monoplaza más energizante de la parilla en los últimos dos años, ha supuesto una travesía de cuatro años en la que ha ido sorprendiendo por sus innovaciones, y por su manera de exprimir el reglamento variable de la competición.

Como el futbolista inglés más fino iba driblando los cambios, adaptándolos a su sistema de juego, trazando con su escuadra y cartabón. Cogiendo el coche por los alerones, moviles o no, , cubriendo más que nadie los motores y todo eso con el morro bien alto, el más alto de la parrilla. Y como guinda sus difusores soplados, una triquiñuela del reglamento que estudia como las novelas de su compatriota William Shaskeapeare, donde ha demostrado que es el más listo de la clase y que tras ganar en el último minuto, este año ha llevado la competición al ritmo que sus avances marcaban, mientras los demás tenían que seguir su estela.

La estela cerebro que estudia en la academia Red Bull, al que le gusta ver la lluvia cuando crea. Tantos millones, tantos avances, tanta inversión en tecnología y la clave de donde poner el ingenio a funcionar esta en algo poco material como la lluvia. Algo tan fino como la línea del límite del crecimiento de Vettel al volante. Vettel el hombre que pasará a la historia por divertirse con el juguete que Mr Newey había construido para su disfrute y sufrimiento del resto, empezando por su propio compañero de equipo Mark Webber.

Esa dupla es desde este 9 del 10 del 11, una fecha en crecimiento, un dúo histórico y que seguro que seguirá creciendo, ante el temor de una época de dominio interminable, sobre todo para los aficionados españoles. Toca pensar en 2012 y en Ferrari que tiene que mover ficha para recuperar el terreno perdido, en el diseño y en la estrategia, pero sobre todo en el diseño y pensando en ello a mi me entra miedo. Miedo al escuchar las palabras “valientes” de los responsables de la escuadra italiana que hablan de un coche revolucionario. Declaración de intenciones ambiciosa que puede motivar al genio creador, palabras que puedan espolear su mente, dándole el reto de volver a sorprender y acallar con flema británica, en silencio y sin hacer excesivo ruido, los avances voceados desde la Bella Italia.

Esperemos que sea un temor creado por el recuerdo de un año donde la sonrisa de Vettel, ha dejado sin brillo la mirada de campeón de Alonso, que ha pasado de buscar el mundial hasta la última vuelta a entender en las primeras vueltas que este año no había mundial.

Ambos dos tienen un don para entenderse con los coches, pero hay algo que el alemán no tiene respecto a Alonso, al menos no lo ha demostrado en pista: Su capacidad de exprimir coches más allá del límite que pueden dar. Vettel se ha coronado con un Red Bull en la cima de su progresión y Alonso ha peleado por un Ferrari que ha estado muy lejos de peso de su nombre e historia. Por eso el español es mejor, por su capacidad para sobreponerse a las expectativas no logradas, más allá de su habilidad por hacer al volante posible casi todo lo imposible. El asturiano es duro; más después de dos años de decepciones, tácticas y técnicas, que ha tenido que ir salvando con sus manos e inteligencia; duro como las montañas de su tierra, esas que también moja la lluvia.

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